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Aceptar a los demás
Si bien el camino de la superación personal no es fácil en ninguno de sus tramos, uno de los más arduos es el que nos exige aceptar a los demás tal como son. Esto es así porque a todos en general nos gustaría que los demás fuesen copias exactas de nosotros mismos.
Una comprobación experimental de lo dicho consiste en lo siguiente: elige a una persona que no te conozca y observa atentamente su manera de vestir, de actuar y de hablar. Luego traba relación con ella pero con la precaución de tratar de imitarla lo más hábilmente posible. Si a continuación haces que una tercera persona le pregunte que opinión le ha merecido su nueva relación (o sea tú), verás que has causado una excelente impresión.
Sin meternos en estas complicaciones, observemos las personas que trabajan en una oficina. Generalmente el jefe de la oficina no estima por igual a todos sus empleados, sino que hay algunos que son más apreciados. Si te fijas cuáles son, verás que son los que más se parecen al jefe en uno o más aspectos. Generalmente también, esto es aprovechado por algunos para hacer carrera copiando al jefe tanto como es posible.
Esto no es más que la aplicación del principio general ya enunciado de que nos sentimos más a gusto con gente que se parece a nosotros. El corolario obligado es que nos sentimos a disgusto con gente que no se nos parece. Como las personas presentan tantas diferencias que se ha llegado a decir que no hay dos iguales, es muy probable que te toque alternar con personas que no son, en general, parecidas a ti. Ahí es donde comienzan los problemas.
Tienes que aprender a aceptar a los demás tal cual son. Esto quiere decir que, si eres su superior de alguna manera (padre, jefe), tienes de dejar de tratar que actúen como tú actuarías. Si, por el contrario, es el otro el superior, tienes que dejar de esperar que actúe como tú lo harías. Por supuesto que hay cosas que deben ser hechas de una determinada manera porque es claramente la mejor o porque hay una política que así lo exige.
Ocurre, empero, que a veces hay más de una manera de hacer las cosas y todas son igualmente válidas. En ese caso cada persona debe tener la libertad de hacerlo del modo que mejor le parezca. Si te obstinas en que todo tiene que hacerse a tu modo, generarás rencor contra ti o saldrás tú mismo frustrado. Lo seguro es que de un modo o del otro las relaciones personales se verán perjudicadas.
Esto puede ocurrir con relaciones que de otro modo serían armoniosas como, por ejemplo, entre marido y esposa. Aquí, a las diferencias generales que existen entre las personas, se agregan las diferencias que hay entre los dos sexos. Sin embargo, en beneficio de la satisfacción de los instintos sexuales y de la continuidad de la especie, es necesario que cada uno aprenda a transigir con los aspectos del otro que no son tan importantes como para interferir seriamente con la relación.
Pasando a temas donde se precisa ejercer un mayor discernimiento, tenemos el caso en que los puntos de vista en discordia involucran concepciones de vida diferentes. Estoy hablando de aquellos casos en que lo que difieren son los valores morales de las personas. No hay una regla general para aplicar en estas situaciones, sino que cada uno tiene que estipular hasta qué punto está dispuesto a llegar en la aceptación de los otros cuando estos otros tienen una distinta jerarquía de valores que la que uno tiene.
Un caso particular de esta situación se presenta cuando estamos hablando de diferencias generacionales como las que existen, por ejemplo, entre padres e hijos. En otras épocas se podía presuponer una comunidad de valores entre los padres y los hijos, pero hoy esto es la excepción más bien que la regla. Aquí es más difícil la tolerancia porque los padres esperan naturalmente que los hijos sean una continuación suya, expectativa que cada vez se ve frustrada con mayor frecuencia.
Los padres tienen que manejar esta situación manteniendo un equilibrio entre el respeto a los valores de la nueva generación y el respeto a su obligación paternal de encauzar a sus hijos. Permitir todo y negar todo no son las soluciones a este problema. Debe tratarse de transmitir lo sustancial de los valores teniendo en cuenta los nuevos puntos de vista.
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